Un día como hoy, hace exactamente tres décadas, el mundo del automovilismo se detuvo en shock ante la trágica pérdida de uno de sus más grandes íconos: Ayrton Senna. El 1 de mayo de 1994, el legendario piloto brasileño perdió la vida en el Gran Premio de San Marino, dejando un vacío imposible de llenar en la Fórmula 1.
Senna no solo fue un campeón en la pista, sino que también se convirtió en un símbolo de inspiración y pasión para millones de aficionados en todo el mundo. Con 161 Grandes Premios, 80 podios, 65 poles, 41 victorias y tres títulos en los años 1988, 1990 y 1991, Ayrton dejó una huella imborrable en la historia del deporte. Además de sus hazañas en la F1, conquistó la Fórmula Ford 1600 (1981), Fórmula Ford 2000 (1982) y la Fórmula 3 Británica (1983), junto con el Gran Premio de Macao, demostrando su talento excepcional en diversas competiciones.
Durante once temporadas en la máxima categoría compitió para escuderías como Toleman, Lotus, McLaren y Williams, demostrando una habilidad incomparable en la pista. En su última temporada en 1994, Senna solo pudo disputar dos carreras antes de su trágico fallecimiento, pero su legado perdura más allá de las estadísticas y los títulos.
Treinta años después, su nombre sigue más vivo que nunca, siendo sinónimo de excelencia y su impacto en la Fórmula 1 se mantiene a través del tiempo, acompañando a los pilotos mientras compiten en la pista, recordándoles la grandeza de un hombre que dedicó su vida a perseguir la excelencia en su deporte.